jueves, 23 de abril de 2009

en un cacharrito lleva a su mascota inanimada.

haberse pintado las uñas de rojo ayuda a que tenga ganas de levantarse. una bombacha sobria porque es jueves, le cuelga un pedazo de elástico y se pregunta si eso sigue siendo sobrio. haber dormido con el hombre que ama no modifica su autoestima al levantrse, no modifica la elección de la bombacha.

baja y mira cómo va su mascota inanimada en el cacharrito. el agua ya está violeta y la mascota flota inerte, traslúcida.

una reunión que la saca de quicio. pintarse las uñas le quita el tiempo que está perdiendo y ya debería haber salido. ella lo sabe y le importa mucho poco y nada sucesivamente en un ritmo insoportable. el anillo gigante está desaparecido hace días y no hay tiempo de buscarlo. sale tarde, de uñas rojas.

habla con el niño, entusiasmado con el crecimiento de la mascota inanimada. comparten apreciaciones acerca de la velocidad en que la mascota duplica y sigue duplicando su tamaño. el agua está completamente violeta y ella se moría por verla.

con las uñas rojas fue más fácil hacer que desviara su atención. como también había fideos con tuco pensaron que sería rápido hacerle olvidar su necesidad de un gatito. la reunión la había sacado de quicio, en serio, y transitaba la desesperante sensación de que todos los demás le eran inferiores (a menudo la atacaba esa idea de Ser superior, de que la gente es idiota, inútil) solía hacer las peores cagadas cuando miraba en la ineptitud del otro. con las uñas rojas era más difícil que viera sus propios defectos de cualquier modo.

el esmalte, que era rojo, está descascarado. todo lo que fue superación ahora es vergüenza. hay que esconder las manos entre la ropa, la gente mira y piensa en la mugre de la gente que deja que se le despinten de esa manera las uñas y no es capaz de hacer nada. encima se las come. otra reunión que la pone nerviosa (él es definitivamente más importante que ella en escalafón) y ella con las uñas ajadas, con las manos escondidas en cruz o a puños cerrados, parece rara. se arrepiente de haber de nuevo sucumbido al deseo de pintarse las uñas, sabía de lo efímero pero no le había importado, en sus manos mariposas de belleza de a un día. ya ni quiso pensar en qué bombacha tenía que elegir. cotidiano, al lado, sigue el hombre que la ama. a él tampoco le gustaría darse cuenta de sus uñas a medio despintar, seguro.

algodón-cutex-esmalte y de nuevo, es obvio que ese es el camino. es obvio y a cada rato tiene menos ganas. está desmotivada de despintarse. empieza a comerse las uñas de a mordisconcitos, entre los pedazos de película de esmalte que le saltan. en el peor de los casos, como la semana pasada, va a decidir terminar de sacarse los escombros uña a uña, rascando los cachitos de rojo de a uno hasta dejarlas blancas de nuevo, asquerosas, rasguñadas pero casi sin esmalte.

en el living, olvidada, la mascota inanimada sigue creciendo. un día, cuando todos terminemos de ignorarla, nos va a doblar en tamaño y nos va a comer crudos.

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