jueves, 21 de agosto de 2008

un plato

voy contando. un dos trés cuatro en quince quinceyuno diecisiete y me pierdo. de nuevo la vocecita apagada que calla desde adentro del tímpano. vuelvo, un dos trés cuatro quince diecisiete dieciocho cuarentidós cuarenttitré, sé concienzudamente que este es mi trabajo. puede que piense por un momento que qué bueno que me pagan por veinte minutos de estar contando papeles de uno en uno con los dedos. la putita, sabemos, está ahí toda regocijada de estar tan comodísima posada en las auriferencias de mi oído. entonces, cuando avanzo un cachito zás de vuelta. me pierdo. podría que perdiera la paciencia pero pienso que también pudiera que pudiese felicitarme de estar nuevamente engañando a la unidad empresarial, están pagándome otros minutos de contar papeles y nadie sabe que trastabillo. y lo contenta que me iría poniendo cada vez que diera cuenta de mi cintura para escaparle al sueldo esforzoso, qué contenta che. entonces empiezo de nuevo. creo que podría no haber furia, podría que no hubiese hastío, no malhumor alrededor. entonces acabaría empezando de nuevo con la rayuelita del un, dos, trés, cuatro cincuentiocho, cincuentinueve. mientras siempre sepa que si el -otro- papel dicta "495", cuatrocientosnoventicinco habré de haber contado para cuando deje de dispersarme. pareciera que va acercándose la cifra, como subiendo a borbotones de la tinta que se corre de estos papeles que vienen siempre tan mal impresos, siempre tan roñosos, siempre la alergia de contar papeles que fueron viajando de cualquier provincia hasta las manos mías. y la retorcida, mi oreja, que se prestó a albergar a la musa muda, que canta el canto de sirena para desconcentrarme. y pienso que y qué si tengo que volver a empezármelo todo, si estoy escabulléndomele al sistema, ya sé, claro. y qué contenta me podría ir poniéndome de veras, qué alegría chota si hubiera podido ser sorda y escaparle al llanto mudo, de la musa transparente, que me grita en el silencio que quién me mandó a esa vida de mierda, que quién me imprimió en la frente el sello ciclotímico de ser uno más de los demás unos mases de afuera.

y uno que siempre se creyó tan distintitito, no?

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